miércoles, 20 de mayo de 2009

Della famiglia e della morte

(15 julio 2007)

Siempre he encontrado peculiar la forma en la que nos relacionamos con la muerte. Si, si, hablo de la relación que establecemos con el fenómeno de la muerte, como tal, y las asociaciones que la misma tiene dependiendo, principalmente, de la cultura en la que nos hayamos criado.
Se dice que los mexicanos tenemos una relación de amor/odio con la muerte; la burlamos, la llamamos, la hacemos nuestra, nos hacemos suyos. Le hacemos fiesta, tango, baile... le cantamos, le soñamos, le tememos, le rogamos y hasta hay quienes le encomiendan milagritos.
Tengo la fortuna de ser parte de una familia tremenda. La familia por parte de mi madre es especial en más sentidos de los que pueda mencionar en breves letras, para ellos, otro post, otro día. Hoy, será para la familia de mi padre y la relación que estos singulares individuos tienen con la muerte. Será, de tal forma, una narración a manera de briefs en los que cuento, de pura memoria, algunos de los momentos en que la morte se ha aparecido tenebrosa, sólo para salir aterrorizada....
Caso 1: FUNERAL DE MI ABUELA MARÍA
Segunda gran pérdida tras la del abuelo José. Mi abuela María siempre fue tremenda con todos. Sus nietos, personas cínicas e irrespetuosas nos dirigíamos a ella como "María", "Mariquita", "María, la de la pata fría", "Agüela", etc... y ella, sentada en su sillón contestaba "¿Qué pasó?¿Ora qué?". Fan de las telenovelas del 2 desde que tengo memoria, la abuela María era un ícono en cualquier espacio que osara ocupar. Por alguna razón que no me explico, toda empleada doméstica que la conocía moría de ganas de trabajar para ella, y hasta a las que no les pagaba (recuerdo a Bertha, la empleada doméstica de los vecinos de enfrente, espía de mis travesuras infantiles...) se desvivían por ser parte de su séquito. En sus mejores épocas, viviendo en su casa de Tangamanga (en S.L.P.), salía a la tienda de "Doña Pola" con sus dos empleadas/damas de compañía por delante y las dos empleadas de la casa de junto por detrás... go figure... mi abuela con guarros. Simpática viejecita encorvada flanqueada por una mujer de tremendas caderas y desbordante fanco frontal, una flaca como estambre y dos que pasaban por el mundo sin pena ni gloria
Muere mi abuela y tras la primera y sensible impresión de la pérdida, ocurre el fenómeno trágico: llega la madrugada y toda la familia reunida sigue en funeral... No suena tan mal, ¿cierto? No. Todo parece encantador. Mi querido Marco juega con mi hermana Arantxa y la distrae mientras se hacen los rezos; todos lloran. Un funeral normal. Hasta que te enteras que, más tarde, mientras algunos tratábamos de dormir (yo tenía examen final de mecánica al día siguiente), la tía Rocío y la prima Paulina le quitan a todos los zapatos, los esconden, y, haciendo uso de un brillante rouge me pintan sendos círculos rojos en las mejillas. A la mañana siguiente, mientras busco mis botas, apenas me da tiempo de lavarme los dientes y corro al Tec como enferma... llego al examen un segundo antes de que cierren la puerta... pero perfectamente a tiempo para que todos contemplaran mi look: TODA DE NEGRO CON LA CARA PERFECTAMENTE DISFRAZADA DE MUÑECA DE PORCELANA. A mi regreso a la funeraria, el pandemonium ya se desató: mis primos pequeños corren alrededor del ataúd, que tiembla sobre el entarimado donde apenas cabe de entre tanto arreglo floral. A alguien se le ocurrió meterle al ataúd una fruta y la misma yace aplastada entre el cristal y la tapa. Mi primo Miguel Ángel reparte quesadillas y toma la suya para ir a deglutirla sobre ese mismo cristal desde donde se mira, debajo y expectante, mi abuela. Mi prima Pau cuenta cómo en la madrugada mi tía Rocío quería llevarse a mi abuela a pasear y ella contesta orgullosa: "si, yo le decía que la iba a llevar a pasear, pero no me contestaba la muy grosera, muda y seriecita"...
Mi primo Jesús Manuel hace cadena en la entrada y dice que "ZERO NACO POLICY", alguien más propone ir por unos drinks... los chistes no se hacen esperar y la muerte se vive con gozo, así como mi abuela vivió su vida... Nada menos para la única abuela que alcahueteaba a sus nietos diciéndole a sus propios hijos que dejaran a los nietos a cuidarla y éstos, al partir los padres, se quedaban solos con la abuela que sacaba los billetes para el tequila y te enseñaba a fumar con sus cigarros Fiesta (creo que soy su gran decepción... jaja). Una agüela como ninguna otra ¡¡¡Te extrañamos, María!!!
Caso 2: FUNERAL DE MI TÍA ABUELA VIRGINIA
Mi tía abuela Virginia, la última hermana viva de mi abuelo José, murió ayer por la mañana. Una muerte anunciada, ciertamente. No por ello, menos penosa. Sin embargo, no vamos a empezar ahora a fingir que nos tomamos la muerte como algo serio, ¿cierto?
Mi hermano y yo llegamos a la funeraria donde una buena parte de la familia ya esta reunida. Mientras desciendo del auto, mi tía Pita me grita desde el balcón "hey, niña, identifícate", la miro, sonrrió y accedo... Subiendo la primera escalera mi primo Miguel, mi prima Gaby, su hermana Mariana y el novio de ésta última, Omar, nos esperan comiendo una gran bolsa de papas fritas y pareciendo, más bien, entes de la mejor fiesta de la temporada. Todos traen ropa de colores contrastando con mi look in black. Me reciben con un tremendo saludo y mi hermano va al grano: "bueno y... ¿dónde están los drinks?". Contesta Gaby "Uyy... te los perdiste hace rato trajimos algo del super, pero llegan muy tarde". Ni modo. Nos conformamos con enterarnos de los chismes más correosos que se puedan contar mientras me invitan a pasar a la ver a la difunta tía que porque "veeeela, se ve super creepy". Me acerco al ataúd despacio, y entonces se acerca mi tía Rocío y me dice "hmmm... se ve rara, ¿no? En esta funeraria no maquillan bien, se ve pálida, hasta parece muerta". Nos reimos en carcajadas sonoras. La tía Rocío, con una personalidad extrovertida y divertidísima, no para, continúa frenéticamente: "si, le traté de decir cuánto la quería, pero la siento distante... la siento... FRÍA" Más y más risas...
Mi tío Javi y yo comenzamos a contarnos chismes sobre mi escritor sex symbol preferido: Xavier Velasco. Eran amigos antes, en la agencia (si si la de Pig) y cada que lo veo, le pido me cuente más relatos. Esta vez, yo también le comparto, entre risas, mis propias experiencias al conocer al famosísimo Xavier. Le doy el contacto que Xavier me ha pedido le de y le pido que, si llegan a salir a algún lugar apto para una chica decente, me avise. Él sonríe, divertido "noooo... entonces seguro no puedes ir... jajaja". Mi padre me mira molesto, preocupado por mi insistencia en tener un affair con el afamado escritor (aunque papá no sabe que pretendo el affair, no de cierto, sólo lo intuye.. y como conoce, también, a Xavier de sus juergas, no le causo la menor gracia).
Comienza, en la planta baja, supuestamente lejos de los atentos oídos de los de arriba, una discusión sobre la vida sexual de los primos que, por supuesto, todos los tíos del balcón escuchan entretenidos. Un empleado de la funeraria se nos acerca miedoso: "¿Están aqui con la señorita Virginia?". Las risas no se hacen esperar mientras mi primo Miguel pregunta "¿Le consta que seguía siendo señorita? Soltera si... señorita... quién sabe..." y mi prima Gaby, orgullosa hija de Rocío, remata "Si, que no ves que era VIR-GI-NIA". Planeábamos un escape a la función de medianoche de estreno de Harry Potter, pero en pleno miércoles, la cosa se complica y los papás dicen que cada quien a su casa. A los vivos si hay que tenerles respeto.
Caso 3: MISA DE LA TÍA ABUELA VIRGINIA, CREMADA HORAS ANTES
La misa es particularmente densa y por momentos miro a mi padre cabecear. Yo hago lo propio inventándome historias mientras el sacerdote recita versos en los que, a estas alturas, ya no confío del todo.
Termina la misa y salimos. Mi tío Carlos, esposo de mi tía Pita, con la que hube pasado el día, carga la urna tremenda. Tía Eugenia, su marido, tío Julio y yo caminamos contándonos las últimas tendencias en esmaltes de uñas (amo las uñas rojas, rosas, negras o french) o lo hermosa que era mi falda a rayas azul y blanco.
Mi padre comenta cabizbajo que a la tía Virginia le hubiera encantado que esparcieran sus cenizas por una vieja hacienda familiar donde pasaron su infancia ella y mi propio abuelo. Todos se miran y asienten. Pero entonces alguien comenta que el problema sería situar la hacienda y luego despositar a la tía en el río que cruza la misma. Tomamos una sabia decisión en conjunto: TIREMOS A LA TÍA AL LAGO DE CHAPULTEPEC.
Apenas el martes por la noche escuché, de un reportero de un diario de prestigio, que las truchas que se fueron por la grieta que se abrió en en el ya mencionado lago aparecieron en Tlalnepantla y dedujimos que, de haber sido comestibles, ahora sería una zona re-turística estilo La Marquesa, con puestos donde te dejan pescar tu trucha del canal de drenaje y te la cocinan en medio tambo relleno de estopa con gasolina (algo sabroso, "pa' que amarre").
Entonces propongo la idea, orgullosísima: si las truchas pudieron, mi tía abuela podrá. "¡Tirémosla a Chapultepec!", grito de nuevo, jubilosa como si propusiera la entrada al paraíso de mi tía de la mano de San Pedro. "Seguro, en un tiempo indefinido, la tía abuela acabará llegando al riachuelo que corre por la famosa hacienda de la infancia". Mis tías me miran encantadas con el plan. "Si no", comenta mi tía Eugenia, "Acaba en Cuemanco y sigue estando padre". Reímos frenéticamente mientras agrego uno más: "o... si no, acabaría en las playas del D.F de nuestro querido gober, y entonces en vez de decir "¡Ahí viene la ola!" podemos decir "¡Ahí viene Virginiaaaaaa!""
Todos acordamos que es perfecta la idea hasta que mi tío JUlio se pregunta si, no muy contento con la decisión de que echemos a la tía al lago, cierto político nos caiga al tiro: VOTO X VOTO, CENIZA X CENIZA. Y entonces si... entonces si, eso se podría poner macabro.

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