miércoles, 20 de mayo de 2009

Un poco de superstición, güero...

(22 agosto 2007)

Otra vez tú. Si, tú. No has superado las cosas que le hubiste dicho a Él la noche anterior. Y... ¿si no se arreglara? De repente te cae de golpe esa historia que cuenta Álvaro Enrigue en "Hipotermia", esa en la que habla del escritor a quien se le augura un destino funesto. Un resquicio de esperanza asoma para el mismo cuando ese vidente le exhorta a cambiar su destino. "¿Cómo?" se pregunta el escritor. "Desentrañando al mismo, urgando en sus profundidades y, decidiendo darle un giro" responde el vidente. "¿Cómo?" vuelve a preguntar el héroe. Entonces, con la mayor naturalidad, el vidente le dice que de la forma en la que él reta a la vida, con los métodos que mejor conoce para dicho fin: escribiéndolo.
Y te acuerdas y de pronto no puedes evitar el deseo de escribir, de tratar de encontrar tu propio método de escape. Sabes, desde el primer momento, que no estás hablando de un destino funesto, sino de un suceso que podrías evitar, con mucha felicidad, ver suceder. Y, sólo por no dejar, te decides a escribir la continuación de esa historia que empezó la madrugada en la que tuviste una extraña sensación respecto a Él.
Decides comenzar al atardecer del día siguiente, mientras estás sentada en la sala contemplando esa cañada desde tu ventana. La lluvia cayendo apacible sobre la vegetación. Los árboles, encantados con las húmedas caricias, se dejan envolver en al abrazo de una neblina un poco montañosa. Un pedacito de bosque en medio de tu adorado paisaje urbano (si, lo sabemos, te autodenominas algo parecido a una flor de asfalto). Estás leyendo algo de Laura Restreppo y sostienes una taza de cálida infusión de manzanilla con menta.
Planeas la historia y la vas escribiendo en tu mente. Das un sorbo a la bebida cuando suena tu teléfono. Tienes un nuevo SMS. Es Él, que te dice que te escribe para encontrarte en uno de esos días como hoy, de esos que le gustan tanto. "A foggy and rainy day", he specifies. Tú piensas que te encantaría que él estuviera ahí sentado a tu lado, viendo llover, abrazándote... el frío fuera, para sentir el calor dentro. Comienzan a bromear sobre ese grupo escocés que tanto te gusta Belle and Sebastian y al cual escuchas justo en ese momento. Te llama Belle (B) y le llamas Sebastian (S). Te manda besos como Cortázar y tú le mandas abrazos queriendo emular a Borges.
Te conquista cuando te llama lectora incansable. Pretendes regresar el cumplido llamándolo creador de mariposas, escritor de muchos de tus sueños y fantasías más recientes. Escribes, dentro de tu mente, que tu héroe sonríe al leer ese mensaje y que, entonces, como por arte de magia, recuerda que eres capaz de muchas cosas encantadoras y que debería descartar el considerar seriamente ese comportamiento errático que has tenido la noche anterior.
Das otro sorbo a la bebida mientras sonríes apacible. Si... las cosas han regresado a su sitio. Serás más cuidadosa con los impulsos indefinidos, confiarás más en él y, sobre todo, dejarás tus supersticiones para otro rainy day. Un último pensamiento toma cabida en tu mente mientras miras a la distancia:
Te quiero, güero, ¿no?... más que nada... y quizás, sólo quizás, eso también importa...

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