miércoles, 20 de mayo de 2009

Pt. 2 Gracias

(3 noviembre 2007)

II. AGRADECER LAS COSAS BUENAS EN LUGAR DE RECLAMAR CONSTANTEMENTE CUANDO ALGO NO NOS PARECE. ESTO AYUDARÁ A ENCONTRAR Y SOBREPONER LOS PUNTOS POSITIVOS A LOS NEGATIVOS.
¡No más reclamos, cariño! la tendencia natural es ver el negrito en el arroz, ¿no es cierto? ¿Por qué nos enfocábamos en ver ese minúsculo detalle defectuoso en lugar de observar, analizar y agradecer todos aquellos maravillosos que le rodeaban y que son, a la larga, los que hacen que sigamos juntos. Pues bien, basta de dar por sentado que las cosas lindas que suceden entre nosotros son porque así tienen que ser. Ya va siendo hora de apreciar en el otro todo aquello que aporta a esto que vivimos juntos. Los momentos felices y, sobre todo, aquellos difíciles en los que el otro nos hace vernos más nítidamente a nosotros mismos. Esos en los que nos hacemos mejores seres humanos.
Gracias por tus ojitos, por tu sonrisa. Por tus labios que me besan con ganas. Por tus manos que me sostienen y me acarician. Por las piernas que te mantienen en pie y por ese corazón que late en tu pecho. Por tus pulmones, por hacerte respirar todos los días. Por esa boca que te alimenta y por las cuerdas vocales que hacen que tu melódica voz pueda ser emitida, especialmente cuando es para decir una de millones de cosas interesantes e inteligentes que sabes. Pero, más que nada, cuando es para decirme cosas lindas, como que me quieres, por ejemplo.
Gracias, cariño, por abrazarme fuerte cuando más débil me siento. Por la infinita paciencia que me tienes cuando me enfurruño y ya no sé cómo decir las cosas que se me enredan adentro. Por mirarme con placer cuando me arreglo y me pongo guapa... pero, sobre todo, por las miradas que pones cuando digo algo interesante o inteligente (preferentemente ambas). Gracias por tomarme de la mano cuando caminamos por la calle y voy con mis stilettos de 12 cms. Gracias por dejarme ordenar primero en los restaurantes y coffee shops. Por compartir los descubrimientos culinarios conmigo, por ser parte de aquellos que te he presentado (aunque me hagas caras cuando son porciones mínimas y los dos nos quedemos con hambre).
Gracias por caminar del lado de los autos y cambiarme de sitio, mientras posas la mano cuidadosamente en mi cintura, cuando cruzamos una calle. Por los enojos que haces cuando no entiendo por qué te estresa tanto que me miren al pasar. Por las veces en las que, cuando te digo que te quiero a ti, entiendes, sonries y te yerques orgulloso. Cuando le mandas besos coquetos a los que me chiflan en la calle. Gracias por todas las veces que me complaces y por tratar de ser asertivo siempre que discutimos.
Gracias, journalist, por analizar lo que te digo, lo que me dices... por hacer la historia holística y por ser preciso en tus expresiones. Me obligas a ser más cuidadosa con lo que digo, desde intenciones hasta la concepción formal del lenguaje. Gracias por tus estupendas bromas que me hacen reir mucho. Gracias por las malas, que me hacen sonreir y gracias por las peores, esas en las que te miro incrédula sin poder comprender cómo es que has creído que esas cosas que diceS pueden ser cómicas. Me das la oportunidad de romper mis patrones y determinar qué tanto me parece razonable y qué tanto es aquello en lo que creo que te has pasado de la raya. Gracias por poner a prueba mi paciencia. Seguro le encontraré mucha utilidad a ello en un futuro.
Gracias por pedirme, generalmente, las cosas que quieres, como las quieres, me haces el camino más luminoso y me cuesta menos trabajo tratar de complacerte. Gracias, a su vez, por escuchar mis demandas y solicitudes. Gracias por ponderar cada una de ellas y gracias por no cumplir todas sin previa negociación. Me ayudas a no exigir de forma berrinchuda y a ser menos caprichosa. Así, podemos convertir un pancho en una negociación exitosa para ambos.
Gracias por celarme y por el ese dejo de molestia que le imprimes al tono de voz con el que me hablas cuando estamos lejos. Especialmente cuando estoy de viaje, trabajando. Me hace darme cuenta de la alta estima en la que me tienes y de cuánto me quieres. Gracias por considerarme una mujer linda. Gracias por considerar que soy digna de ser celebrada (como cuando camino por todo X-caret en bikini y, al contártelo, haces algún comentario enfurruñoso). Gracias por expresarme que me consideras una buena persona. Trato, ¿sabes? De serlo, vaya. De dar lo mejor de mi cada día, todos los días. Algunas veces es fastidioso, pero todas y cada una, es gratificante. (No le digas a nadie, pero especialmente aquellas veces en las que te topas con alguien maravilloso porque tú misma has tratado de hacer las cosas bien).
Gracias por el pancho que me armaste cuando me pediste que no hiciera panchos. Por poner a prueba mi tolerancia. Por escuchar y por comunicar. Por no cerrarte cuando te estoy explicando algo y por ser tajante cuando algo simplemente no te parece. Gracias por no ceder siempre a mis deseos y por mantener una postura individual sólida. Es una de las cosas que, aunque me molesta en un sentido caprichoso, me hace admirar profundamente en ti.
Gracias por tus amigos. Porque al conocerles, y reconocer en ellos a magníficos seres humanos, me doy cuenta que son tus amigos por algo y que de esa maravilla tú tienes muchísimo. Que por eso es que son amigos. Que se han encontrado porque tienen tanto que compartir. Tienes algo de cada uno de ellos. La impresionante inteligencia, agilidad mental y retención de Humberto. La simpatía y sensibilidad de Mariel. La sociabilidad, diversión y lealtad impresionante de Manuel. La cortesía infinita, atenciones y la preocupación por los amigos y su bienestar de Clau. El interés por lo nuevo, el descubrimiento y la aventura de Rol. Lo sencillo que parece ser llevarse bien con Santiago. Y las cosas que me falta por descubrir si un día conozco a Gaby o a Paulo.
Gracias por presentarme a tu familia. A tus primos que son encantadores y atentos y en todo momento Te hacen sentir atendida y bienvenida. Elsa con su carácter fuerte que dice mucho de lo que una persona espera de la vida y cómo tiene la fuerza de exigirlo porque sabe no merece menos. Gerardo y su amabilidad impresionante, sus comentarios perfectamente corteses. Miguel y su admirable sentido de la hospitalidad. Más tardas en poner un pie en su casa que en sentirte parte de ese círculo. Tu familia sabe acogerte y hacerte sentir tan cómoda que ha sido maravilloso conocerles. (Y me encantaría conocer a tu hermana y a tus otros hermanos en sus locaciones lejanas... León, Morelia, Guadalajara...).
Gracias cariño. Por los besos suaves, por los fuertes. Por los tiernos y por los apasionados. Por las caricias. Por los momentos y por los instantes. Por todas las cortesías que tienes conmigo. Por todas las maravillas que he conocido contigo y por esas que, ya conociendo he redescubierto a partir de esto que es quererte.
Gracias, porque seguro se me olvida mucho que agradecerte y porque, seguramente, lo iré recordando poco a poco, a cada momento.

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