miércoles, 20 de mayo de 2009

Pt. 1 Nuestros Momentos

(3 noviembre 2007)

I. TENER PRESENTES LOS HERMOSOS MOMENTOS QUE HEMOS VIVIDO JUNTOS Y QUE SON EL COMIENZO DE MUCHOS MÁS QUE PODREMOS VIVIR, SI ESO SEGUIMOS ELIGIENDO.
Dime, cher journalist, ¿no es fantástico cuando sólo estamos bien y nos miramos y reimos y nos abrazamos? ¿No es tremendo cuando vamos a algún museo y jugamos como niños pequeños? ¿No es excitante cuando nos besamos en la obscuridad de algún juego infantil cuyo fin es permitir el desarrollo de las percepciones y vaya que nos percibimos tú y yo? ¿No fue tremendo cuando estaba tan enfermita que viniste a casa a prisa a cuidarme? ¿A decirme que no estaba sola, que todo estaba bien, que tú me protegerías? ¿No fue absolutamente maravilloso mirar la ciudad desde lo alto y que te acercaras a mi oreja para susurrarme que me miraba linda esa noche? ¿O el mensaje en el que decías que por verme volarías en papalote?
Vaya que se me ocurren infinidad de momentos. ¿Qué hay de la vez en la que te fuiste a visitar a tu hermano y me mandabas fotos de él, de ustedes cantando, de tus diversiones, familia... de tu vida? Amé sentirme parte de tu vida. Amé también cuando bailamos esa madrugada, en la calle, afuera de casa, y me abrazabas y me protegías del frío. Y casi lloro (si, si soy muy emocional, caray) cuando invitaste a cenar a mis hermanos. Cuando tienes todos esos detalles de cortesía. Sé que no tendrías por qué tenerlos. Por eso adoro cuando los tienes y los agradezco infinitamente.
Amo con pasión cuando vamos al Centro juntos. Ya sea a Palacio Nacional o San Carlos o Bellas Artes o a cualquier lugar donde nuestros privilegiados amigos hagan despliegue de sus habilidades en el clavecín. Amo cuando vamos al Corona y comemos rico, hablamos, reimos y bebemos (refresco de manzana y limón jaja) juntos. Amo cuando te espero en el Starbucks de 16 de septiembre mientras estás en el gobierno recopilando información, haciendo una entrevista, escribiendo una nota. Amo que, siempre que te espero ahí, conozco a alguna persona maravillosa llena de historias y a la que, entre otras cosas, le cuento la emoción que anticipa mi reencuentro contigo, una vez que termines tus actividades. Amo pasear contigo por Reforma mientras me dices todo gruñón que no estás ahí de paseo sino trabajando. Amo cuando amaneces en tu ciudad sintiendo que la descubres con ojos de turista.
¿Sabes qué me gusta muchísimo? Adoro cuando vamos al cine juntos y me pides que elija una película. Yo contesto que podría ver, indistintamente, casi cualquiera de ellas. Tú me miras con un dejo de desesperación preguntándote por qué no puedo elegir alguna. Yo te leo (aunque ni cuenta te des) y te miro y afirmo que lo que realmente disfruto es la compañía (aunque claro, si se te ocurriera elegir "La risa en vacaciones parte 3247239" seguro que escucharías mi enérgica objeción). Y luego elegimos dulces y sandwiches juntos. Nos preguntamos cortésmente si queremos compartir una bebida o si cada quien pide la propia (y generalmente compartimos).
Me gustan esos últimos 5 minutos cuando llegamos a casa y estamos en el auto, una especie de burbuja de intimidad en la que nos permitimos ser vulnerables y decir todo aquello que tenemos en la cabeza y que, de vez en cuando, es lo mismo que nos aleja un poco cuando no queremos ceder ante el otro (que no tendríamos por qué, cariño, porque parte de estar en pareja es no tener miedo de ser nosotros mismos por completo). Amo ese beso que nos damos al despedirnos. Lo amo. Es un beso con toda la añoranza y el deseo del siguiente encuentro. Un abrazo profundo que no quiere soltar. Un "te quiero" que decimos como suspiro y que hace una especie de pacto entre nosotros hasta que volvamos a vernos, cuando una vez más, tus hermosos ojitos verde-mielosos me miren y me lo digan sin palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario