miércoles, 20 de mayo de 2009

Recuerdo de esos días...

(9 marzo 2007)

San Pepino de los Chiles y Plátanos. 11 de noviembre de 2050.Me acuerdo perfecto que comenzó como una broma. Y nadie se la creía hasta que nos tocó creérnosla... ¿Quién iba a decirlo pasados tantos años? Emilia S. 83 años.El día que llegaron al pueblo, no eran más que un par de jóvenes inexpertos. Ella le miraba con esa cara que ponen sólo los que están dispuestos a lucir enamorados. Él la miraba como si dedicara a ella los más profundos de sus rezos. Hacían una pareja linda, pues. De esas que, desde que los ves, sabes van a poblar al mundo de hijos. Mi esposo Daniel me lo decía: "Míralos vieja, esos dos se ve que se quieren harto... " y yo le decía que si nomás por decir algo, porque, la verdad, es que los dos se veían re-jóvenes y pus uno duda, ¿sabe? La verdá es que no es que les llevemos tantos años, pero es que pus nosotros ya teníamos hasta hijos y verlos a ellos, así, empezando, iba a estar difícil. Cuando compraron la casita a las afueras del pueblo, lejana de todo, se miraban uno al otro como quien mira un tesoro. ¡Y miraban la casa con una ilusión! Él le decía: "¡Mira, mi vida, nuestra casa!" y ella nomás se le pegaba al pecho, con una sonrrisota bien grande... Como puede ver, el pueblo no tiene mucho, y es que usté no sabe, pero la verdá es que este pueblo ya no es lo que era. Ahora, así como lo ve, es moderno. Antes no, antes era solitario y lleno de polvo. No había más que una iglesita y un burdel. De esos de mala muerte, ya sabe. Y me acuerdo, también, que pensábamos que ya que se cansaran de lo mismo de siempre, ella iba a terminar en la iglesia y él en el burdel... ¡Qué equivocados estábamos! Daniel C. 87 años.Fíjese que si... yo pensaba que el muchachito no iba a poder vivir por estos lados. Y que la muchacha iba a terminar por regresarse a la ciudad de la que acababa de salirse. Pero cuando me lo topé en la tiendita del pueblo, me preguntó emocionado si yo sabría cómo ayudarle a levantar un techito para que su esposa pudiera sentarse a escribir de vista al descampado en las tardes de lluvia o sol. Le dije que si, pues, ya sabe, yo sé de todo un poco. Y entonces él se fue todo contento con su bolsa de comida porque algo dijo de que se le daba la cocinada o algo así, cosas de mujeres, ya sabe, pero no le dije nada, pues, qué descortés hubiera sido. Total que llego a su casa al día siguiente al primer rayo de sol de la mañana y viera usted cómo los encontré... la muchachita estaba envuelta en una sábana cuando abrió la puerta y él salió un minuto más tarde apenas abrochándose el pantalón. Ya se imaginará, el cabello despeinadísimo. Pero entonces me hice de la vista gorda y tomé la herramienta y le pedí que me siguiera.Bajamos de la yegua unas maderas para hacer el armazón y le dije que al día siguiente llevaría la carreta con las bolsas de cemento. Comenzamos a limpiar los maderos y entonces salió de nuevo la esposa cargando unos vasos de agua de fruta recién hecha. Se puso a preguntar que cómo íbamos y que si necesitábamos ayuda y esas cosas y yo le dije que no, que era cosa de hombres. Su esposo contestó que es que ella sabía de esas cosas porque era arquitecta. Mire nomás... arquitecta... ¿Y entonces por qué no levantaba ella el techito, pues? Y él, como si me hubiera leído la mente, contestó orgulloso que le gustaba la idea de hacerle un techo a su futura familia. Emilia S.Y nos hicimos amigas. Además, pus, éramos las dos más jóvenes del pueblo y eso que le digo que yo ya tenía hijos y todo. Ella me contó que lo había conocido por una casualidad de broma. Algo de una cosa tropical, ya no me acuerdo bien. Pero si me acuerdo que me dijo que las cosas no habían estado tan fáciles al principio, pero que al final, sin saber ya ni cómo se habían resuelto y habían decidido mudarse al pueblo para dedicarse a quererse cada día de sus vidas. Y que un día, sin pensarlo que se vienen a San Pepino y que compran su casita. Ella, se la pasaba todo el santo día escribiendo en el porche de la casa, con el techito que él le había hecho desde la primera semana que llegaron. Escribía de las nubes y de las ciudades, de los amores que se suceden. Y cuando no escribía, leía. Tenían un montón de libros de diferentes cosas y hasta parecía que los libros eran más importantes que otras cosas porque les tenían una biblioteca re grandota. Él mismo le hacía los estantes cada que iban faltando, porque, siempre que iban a la ciudad, regresaban cargados. O cuando los venían a visitar también les traían montones de libros. Y también revistas de coches, quesque porque a él le gustaban mucho, lo malo es que luego ya con los que nos prestaban, entre libros y revistas, mi marido y yo ya ni teníamos tiempo de otras cosas. Se hace hábito pues. Eso de leer. Y además me dejaba leer sus cuentos, sus historias, y le daba mi opinión mientras mis hijos podían correr por el jardín de su casa, que él le arreglaba siempre, sembrándole una flor diferente cada semana. Era un ritual de renovación. Como su forma de decirle que la seguía queriendo, ya sabe. Y ella tenía una amiga de la ciudad que venía a verla a veces y que se enojaba y le decía que no hiciera todos los quehaceres de la casa sola. Y ella siempre sonriendo le decía que ni los hacía sola ni los hacía de mala gana, que porque con su esposo no tenía miedo de ser una mujer en todos los sentidos. Y que él la ciudaba y ella también quería cuidarlo. Eso me gustaba de ellos, que siempre se decían que eran un equipo y que cada uno hacía por su relación algo para hacerse felices uno al otro. Daniel C.Uy, y me acuerdo cuando el muchacho llegó corriendo a decirme que su esposa estaba embarazada. Se le caía la cara de gusto. Hubiera visto, usted... No hacía más que planear ampliar su casita un poco, llenarla de cosas para el nuevo bebé. Se le veía radiante. Que si era niño se iba a llamar así y que si era niña se iba a llamar de no sé qué forma. pero estaban rete-emocionados. Fíjese que hasta hicieron una cena para celebrarlo y nos invitaron a Emilia y a mi. Y estuvo bien chistoso porque él cocinó mientras su esposa le atendía en otras actividades. Y ahora él ya no la dejaba hacer nada, ni siquiera ayudarle a cargar el agua del río en las mañanas. A duras penas la dejaba aún ayudarle a planchar la ropa cerca el fogón. Y ella le compensaba todas las atenciones que él le tenía, ¿eh? No vaya usted a creer que no. Si a todas horas se les veía juntos. Si iban a pueblo ahí se les veía abrazados y a besos. Si no, me contaba mi mujer, los veía en la cascada cerca del río fundidos en tremendos arrumacos. Y llegar a visitarlos estaba impensable: a veces ni abrían y cuando lo hacían, estaban despeinados y con restos de paja en la cabeza, pero eso si, presumiendo esas sábanas finas que trajeron de la ciudad y que seguro son re-caras. Siempre he pensado que pa' qué comprar esas sábanas finas y no mejor comprarse una televisión. Aunque... como no había luz en el pueblo... quizás eso lo explique todo. Emilia S.¡Ay no! ¡Viera usté qué cosita más hermosa! Todo un bultito de risas y rizos. El niño les salió precioso y ellos no podían estar más que extasiados. Ella le miraba todo el día en la cuna y él los miraba a los dos con cara de tonto. Hubiera visto, cómo le llenó la casa de flores y cómo enseñaba orgulloso a su hijo a todos los que quisieran verle. Creo que ni mi esposo estaba tan emocionado cuando nacieron nuestros hijos. Y es que ella me había contado que había deseado mucho al niño, que le contaba cuentos y que él le cantaba a la panza por las noches. Formaban una familia bien bonita... pero debería ver que ni tardaron tanto en encargar al segundo y luego... ya ni cómo contarlos. Y todos bien guapos. Y lo que más nos llamaba la atención era que ellos no se separaban ni poquito, ni tantito. Que él la miraba como el día que llegaron y que ella lo ponía a él por delante de todo. Que se apoyaban a la hora de elegir cómo educar a los hijos y que nunca se soltaron la mano a la hora de tomar decisiones importantes. Y todos en el pueblo les tenían envidia. ¿Y cómo no? Si lo tenían todo. Aunque ella siempre me dijo que para ella, tenerlo todo, era seguirse teniendo a ellos mismos. Y pues, ya sabe, los hijos crecen y hacen sus vidas. Pero seguro que algo hicieron bien porque viera nomás que todos los hijos fueron a las mejores escuelas y que ahora viven en lugares bien grandes y con mucha tranquilidad.Y ellos pues... ellos viven allá, ¿si ve? En esa casa que se ve a lo lejos. Que bueno, de casita ya no tiene nada. Les fue muy bien fíjese... y ahora la casa es más como hacienda, llena de nietos los fines de semana y de sabores diferentes diario, donde él experimenta con ella para ponerle nuevos platillos a sus restaurantes. Mi esposo le dice que ya no esta para esos trajines, que ya tiene todo, que ya deje a los hijos hacerse cargo. Él le dice que no, que mientras tenga vida, en su vida manda él y él hace las cosas si quiere que salgan bien, que sólo le confía sus decisiones a su esposa, que ya le conoce como la palma de la mano. Pero ni crea, ¿eh? Porque ella todavía dice que él la maravilla todos los días. Daniel C.Pues si, así es... Emilia y yo estamos muy orgullosos de haberlos conocido. La verdad es que son de esas personas que da gusto ver. Una historia de esas que a uno le gustan. Como ese día que fuimos al burdel y que lo invitamos y que él no fue porque no tenía más ojos que para su esposa, no más manos que para su piel y no más labios que para sus besos. "¡Eso es cosa de maricones!" le dijo Jacinto, pero él no se dejó intimidar, ¿sabe? Y así, mientras los demás le decían que era mandilón, él se dio la media vuelta y caminó bien erguido hasta su casa, donde su esposa lo esperaba, seguro, en sus sábanas lujosas dispuesta a hacerle de cenar. Y eso merito le reclamé a mi esposa, que la señora de mi amigo siempre le atendía y que ella a mi no. Y ella me contestó que cuando la tratara como él trataba a su amiga, ese día ella me trataba como ella lo trataba a él. Y hasta quise matarlo, al desgraciado... pero lueguito me di cuenta que pues si, que no hay más que amar con pasión a la mujer con la que decides compartir la vida. ¡Quién iba a decir que el chamaco que llegó con la mirada de carnero en matadero iba a enseñarme a mi de amores! Pero siempre hay sorpresas en la vida... Emilia S.Uy mire, espérese no se vaya, que le puedo leer un pedacito de la historia que ella le esta escribiendo a él por su aniversario de boda. Van a hacer una fiesta bien grandota. Van a venir todos los hijos, los nietos, los hermanos, los sobrinos y hasta los pericos. Él cocina y ella se encarga de todos los demás detalles. Porque, además fíjese que ella escribe para una revista de arquitectura bien importante, entonces sabe de esas cosas de arreglar los espacios y eso. A ver, espéreme, déjeme traigo mis lentes... a ver, si, aqui... a ver le leo, escuche con calmita:"Tantos y tantos años y el mundo se revoluciona sin que eso afecte un grado lo que me produces. Todavía siento tus manos recorrer mi piel como el primer día. Tus labios tocar los míos como si fuera el primer beso. Todavía te siento, tremendo, recorriéndome la sangre cada que mi pulso se emociona con tu voz. Tantos y tantos años. Tantas y tantas historias. Que nuestra piel ya no es tan tersa o firme, pero que, invariablemente, siguen reconociéndose una a la otra porque nuestros poros son amigos, cómplices, como han sido siempre, desde hace tantos años. Que cada arruga que surca mi rostro es un trofeo, signo inequívoco de los años que hemos pasado de la mano. Mientras más pronunciada, mayor el reto. Y a mayor el reto, más la fuerza que has empleado para arroparme entre tus brazos. Más las ganas con las que te he sentido entre los míos. Tantos y tantos años y aún siento las ganas de que me aprietes fuerte contra tu cuerpo, de que sientas el mío. De que se me erice la piel cuando recuerdo las noches de pasión que hemos vivido, las madrugadas, las mañanas, los medios días y las tardes. De ponerme ese vestido rojo que tanto te gusta para que me lo quites con cuidado. Siempre ha sido un placer vestirme para que me desvistas. Siempre ha sido un placer deslizar mis manos por tu cuerpo para desvestirte y contemplarnos. Tus labios sobre mi piel y los míos queriendo saberte todo. Tengo tu sabor en la punta de la lengua cada amanecer. Sabes como tus platos... a veces dulce y a veces agrio, a veces salado y a veces un poco amargo... pero siempre sabes a vida. Siempre sabes a sabores que se mezclan y perfuman los ambientes. Sabores que recuerdo y asocio con los mejores momentos de nuestras vidas. Perfumes que acompañan la delicia de quererte tanto y tanto.Tantos y tantos años y aqui estamos, de la mano. Juntos. No somos sólo un "nosotros", somos Tú y Yo. Y cada que te miro a los ojos, sigo sintiendo ese fuego que quema que es amarte. Y miro a nuestros hijos y nos veo en ellos y no podría estar más orgullosa. Son como tú y son como yo. Y son estupendos seres humanos. Y te miro a ti y se, con la certeza absoluta de quien se ha permitido vivir a tope, que si me lo propusieran de nuevo, tantos y tantos años atrás: lo volvería a hacer." Daniel C.Pues así es esto del amor... ¿no dicen? Como esa frase, mire... "soy el amor que siempre soñaste y el dolor que siempre temiste". Sólo que se me hace que, a veces, el dolor temido es alejarse del amor soñado... sólo hay que mantenerse juntos, verá usted... sólo hay que mantenerse juntos.

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